Hace unos días que corre en internet una entrevista al director de cine Werner Herzog, realizada para en la web www.haciendocine.com. En ella Herzog da un decálogo de consejos para futuros directores. El primero es No estudiarás cine: “Los estudios sobre cine, por desgracia, son una enfermedad. Manténganse alejados de ellos. Salgan de allí lo más rápido posible. Esa forma académica, puramente cerebral, intelectual, de mirar las películas… La Academia es el enemigo. La Academia acabará con todos sus instintos vitales. Así que tengan mucho, mucho cuidado. Ya saben a qué me refiero: a ese parloteo insulso, académico, sobre las imágenes posestructuralistas, sobre el posmodernismo, sobre la proyección sistemática de un fotograma, y qué constituye filosóficamente un fotograma… Agarren sus cosas y corran tan rápido como puedan.”
Sin estar al cien por cien de acuerdo y trasladándolo al universo fotográfico, si que somos de la opinión de que en la enseñanza de la fotografía hay un exceso de teorización y de moralización. De teorización porque, en muchos casos, la enseñanza y la práctica se convierten en una búsqueda continua de justificaciones teóricas, estéticas, “académicas” que poco a poco roban el protagonismo a las imágenes y acaban imponiéndose. Pocas veces somos conscientes de lo absurdo que es un fotógrafo hablando y hablando sobre su obra. Así como de la contradicción visual que acaba siendo que el espectador no mire sino que tenga que escuchar como y porque es así esa fotografía.
Inevitablemente lo anterior nos lleva a un universo visual moralizador, ¿qué es lo correcto? ¿qué esta justificado? ¿qué esta bien y por tanto que mal? Como fotógrafos y como docentes creemos más en lo injustificado, en lo instintivo, en la experimentación, en el terreno ambiguo donde se ha de aprender a vivir sin certezas ni dogmas. Es difícil, muy difícil de explicar y aún más de justificar. ¿Cómo dar clases de algo sin decir qué está bien y qué mal, cómo enseñar sin marcar los parámetros de lo que se debe o no hacer?. Cómo explicar qué lo que buscas no es un corpus de conocimientos sino tan sólo una sensación; algo que si los alumnos lo sienten tu también, y viceversa. Algo muy parecido a lo que a veces es una fotografía: una emoción, una sensación, un sentimiento, en silencio, sin palabras, sencillamente mirar.
Con esa idea iniciamos un nuevo curso, basado en la creatividad y la experimentación. ¿El programa? crear fotografías. ¿La metodología? ¿el contenido? simplemente usar los recursos propios de nuestro lenguaje: composición, iluminación, retoque, trabajar en grupos y dejar espacio para que fluyan ideas, imágenes y emociones… ¿El objetivo? acabar el curso y poder sentarnos sin decir nada a disfrutar de ver lo que hemos sido capaces de crear.